Comienza, un año más. A estas horas imagino que el Tren Negro que viaja desde Madrid con escritores y periodistas, habrá llegado y la banda de música habrá tocado las musiquitas Casablanca, y habrá un trasiego de maletas y hoteles, y ajustes de última hora, y la gente de la organización solucionará lo insolucionable con esa tendencia al milagro que siempre ha sobrevolado esos primeros momentos de locura que en ocasiones se prolongan durante los diez días que dura la semana más larga y más negra del mundo.
Durante años formé parte de esa organización, y viajé en el Tren Negro y viví los agobios y las alegrías de ese tiempo, y disfruté de esa gran historia que se escribe en estos días, de la ciudad efímera de carpas que aparece y desaparece, y conocí a gente estupenda, algunos de los cuales son amigos, seguramente para siempre, y pensar ahora en ello, aunque ya hace algunos años que por razones laborales abandoné mi puesto en la organización, me produce una extraña nostalgia.
Esta es la vigésimo primera edición de lo que empezó siendo el resultado de la inspiración de Juan Cueto y Chus Quirós, unido a la idea que tenía Taibo II de organizar un encuentro de escritores de novela negra. Desde entonces han pasado muchas cosas, muchas Semanas Negras, muchas norias, muchos escritores, muchos bocatas de calamares, muchas exposiciones, muchos libros, muchas personas y mucha vida. Y los más jóvenes van haciéndose mayores, y algunos ya no están. Y me puede la penita tonta, esta tarde nublada, en que lo viviré todo mucho más lejos, porque ni siquiera las turbas de gente pasará camino de la Semana bajo mi ventana, ni volverán de madrugada armando el gran barullo, porque ha cambiado la ubicación a la Playa de Poniente.
Pero como la Semana Negra es una fiesta, aun en la distancia, trataré de sacudirme esta tonta nostalgia de arrugas y canas, porque estos veintiún años sólo son un número: ahí está el espíritu semanero. Un año más.
De la cantidad de fotos que tengo de las distintas ediciones de la Semana Negra me he quedado con ésta. Quizá porque es de las que este año no se repetirá.
La vida en retales 