Durante todo este tiempo que he permanecido alejada del blog, aunque haya seguido leyendo a los amigos, y siguiendo las peripecias vitales de todos a través de lo escrito, han pasado cosas. Unas importantes, otras nimias, la mayoría (la «inmensa mayoría», D, je) prescindibles. Si ahora hiciera un inventario de todas ellas es muy posible que sucediera algo curioso: a pesar del escaso tiempo transcurrido, tendría ya la perspectiva adecuada, no sé si provisional o definitiva, para concluir que lo que nos ocurre es raro, muy raro. Que la vida es muy extraña. Vivimos determinados momentos con la certeza de su capital importancia, de su transcendencia, de su vocación de eternidad. Y asistimos a otros acontecimientos diminutos, pequeños detalles que pasan desapercibidos. Y a poco tiempo que pase, descubrimos que ni uno era tanto, ni otro tan poco. Sé que estoy diciendo obviedades, pero es que estos días me está resultando sorprendente la increíble relatividad de todo lo que pasa.
Es como el asunto de las decisiones. Cada vez que nos situamos en una disyuntiva (y cuántas se nos plantean a lo largo de la vida): esta ciudad para vivir o esta otra, elegir entre dos novios, o entre dos trabajos, tomar la decisión de tener o no un hijo… Creemos, ingenuos de nosotros, que esas decisiones son las que tienen una importancia capital, y que tenemos que pensárnoslo todo muy muy bien, por la transcendencia que ello va a tener en el devenir de los acontecimientos… Y resulta, que al final, lo que de verdad nos cambia la vida, lo que da un giro inesperado al hilo argumental de esa historia de impreciso género narrativo que es nuestra existencia, es lo más inesperado, ese segundo en que nos despistamos al volante, el semáforo que cambió de color en el último momento y que nos hizo tener que esperar al siguiente autobús, el segundo exacto en que nuestra profe de biología se quedó embarazada y fue sustituida por aquel tipo que cambió nuestra vida y nuestra vocación, o aquel simple click en un enlace que nos descubrió la existencia de alguien que termina por instalarse en nuestros días como un okupa.
Por eso, aunque quisiera, creo que me resultaría extraño hacer un recuento a modo de resumen. Ya irán saliendo cosas. De momento, esta mañana me apetecía estar contenta y recordé esta canción y la peli de la que era banda sonora. Supongo que los recuerdos trastornan (y sobre todo distorsionan) la realidad que se supone que representan, pero por alguna razón, seguramente esa misma, la versión de Bonnie Raitt y las imágenes de la película que recuerdo vagamente como algo grato (vete tú a saber por qué) me pone de muy buen humor. Y eso a pesar del día que, ay, me espera…
Un apunte: En un par de semanas, seguramente (digo seguramente porque tengo que contar con las reservas de energía, tan escasa, y esta afición al dolor que tiene mi cuerpo, ay…) pasaré dos o tres días en Madrid, que este año está la niña viviendo allí. Aunque tengo una agenda teóricamente apretadísima, molaría veros a algunos de los madrileños que os dejáis caer por aquí… Por poneros cara. Y por los abrazos necesarios… Seguiremos informando.
Quizás si no pensáramos tanto lo que debemos hacer, cómo lo debemos hacer, si fuéramos menos prudentes y temerosos… ¿O no? Quizás si fuéramos más lanzados luego nos arrepentiríamos, nos tiraríamos de los pelos por no haber actuado de otro modo, por no pensarlo.
A los y tantos años nos damos cuenta de que el día que decidimos ir por este camino, dejando el anterior, metimos la pata, porque si no hubiéramos tomado esa decisión ahora estaríamos en otras condiciones vitales menos penosas que las que creemos padecer. Pero ¿y si no hubiéramos tirado por este camino? ¿A cuántas personas no hubiéramos conocido? ¿Cuántas cosas hubiéramos dejado de hacer?
Es todo lioso y las consecuencias de estas meditaciones son inconsistentes.
Me alegro verte por aquí, sacando energías positivas de cualquier circunstancias. Y me encantaría verte por Madrid. Si tienes un hueco en tu agenda, apúntame por favor.
Y mil besos para ti
La vida es extraña, siempre. La toma de decisiones es una maraña de cosas sin fin: una nos lleva a otra. Hasta no tomarlas en una decisión. Qué lío.
Besos.
Muy buenas bruja, que grato es leerte. Efectivamente la vida es rara, pero eso la hace maravillosa… y, ¡¡¡claro!!! avisa y buscamos un pequeño hueco para vernos por los madriles, donde sea, tienes mi correo y tú me dices (kedada brujística)…
saludos y salud
Merece la pena esperar, cuando las letras vienen así.
Te eché de menos.
Me alegro de que te entregues a las agujas, la espera, la tarde, el silencio, la soledad… la vida, con lana y agujas, es más entretenida!!
Besos miles!
Yo te espero en el bar de siempre, sólo que no queda en Madrid, sino en Buenos Aires. Quien te dice, ya que vas a preparar las maletas, por ahí se extiende el viaje en un giro inesperado.-
¡Oye, que Santander te pilla más cerca! Pero la niña no vive aquí…
Me quedo con tu frase «esta mañana me apetecía estar contenta». Me la apunto, me la estudio y me la aplico.
Un saludo
Pues sí, al final parece que nuestra vida depende de pequeños detalles imprevistos. Iba a decirte que no, que no era así, pero me examiné y me he dado cuenta de que no tengo ni pizca de razón.
Yo no estoy en Madrid, pero creo que pronto iré por trabajo, quedaré pendiente por si diera la casualidad de que un Juez me hubiera ofrecido la posibilidad de conocerte en persona.
Muaccc
PD. Yo también quiero estár contenta
Qué bien la vuelta del blog, qué bien la vista madrileña.
Fdo: La niña
Hola. Aunque no venga al hilo, te diré que como casi siempre ocurre en Internet -y en la vida- te he encontrado buscando otra cosa. Buscaba información sobre algo que no se porque me da que nos une a ti y a mi… un punto geográfico, una, por el momento, crónica y complicada enfermedad… probablemente también habra otras que nos separan.
Nada, que un saludo desde aqui, al ladito. No puedo leer mucho, tampoco escribir, ya sabes porque. Pero quiero decirte que me ha parecido interesante este blog, asi que…directo a favoritos 🙂