Ayer mantuve una interesante conversación con un amigo acerca del modo en que la tecnología influye en las relaciones personales. Ya sé que muy originales en los temas no somos, que es un lugar común. Como en estas cosas siempre hay mucho apocalíptico, estamos cansados de leer y escuchar a los sesudos pensadores que se empeñan en asegurar que internet (qué gracia hace cuando la gente dice «internet» tan en general, como si debajo de esa palabra no se ocultara una pluralidad, millones de autopistas, millones de refugios, millones de posibilidades) es la culpable de que la gente (y los niños, ay, los niños, siempre pensando en los niños) se relacione cada vez menos, permanezca en su cuarto en lugar de encontrarse en la calle o en el parque o en el bar con sus amigos. Que si el aislamiento. Que si la perversión implícita en unas relaciones «de mentira», «artificiales», porque falta el cara a cara (hay sesudos pensadores e ignorantes de toda especie que ni siquiera saben que, por ejemplo, existen las webcam). Que si la gente se oculta detrás de la pantalla porque tiene pánico a los encuentros reales.
Todo lo antedicho es mejor obviarlo, ni siquiera merece la pena discutir con quien es capaz de decir tantas tonterías ( y sin ruborizarse) porque detrás de esas afirmaciones tan tajantes suele ocultarse aquello del «desprecia cuanto ignora».
La conversación con mi amigo, que es psiquiatra y un tipo encantador, estaba un escalón por encima de toda esa colección de tonterías. Hablábamos de cómo la inmediatez que facilita la tecnología a la hora de relacionarse influye positiva o negativamente en el modo en que se organizan las relaciones. Antes, si tenías un novio lejos (en la mili, por ejemplo, quienes aún tuvieron novios cuando existía la mili) comunicarte con él consistía en escribir cartas que tenías que llevar a correos y confiar en que el servicio fuera lo suficientemente rápido para que le llegara en tres días, tras los cuales él te respondía, con un poco de suerte al día siguiente, y luego la enviaba, y volvían a pasar otros tres días para que te llegara. Creo que era en una novela de Delibes (¿o es en una de Carmen Martín Gaite, Fusa?) en la que un personaje lo comenta. Estoy buscando el fragmento concreto pero no lo encuentro, y el caso es que ilustraba muy bien esto. Un personaje decía que tener el novio lejos era una lata , porque si te enfadabas con él y se lo decías por carta, para cuando te llegaba la respuesta ya habían pasado varios días y a ti se te había olvidado, pero él no lo sabía y prolongaba la discusión, o te la recordaba, y aquello no se acababa nunca.
La tecnología soluciona esos problemas, naturalmente. La inmediatez, la profusión, la cercanía ficticia (pero muy convincente), la posibilidad de la palabra y de la imagen y del sonido. ¿Cómo era eso que decían que la gente se relaciona menos «por culpa de internet»? La evolución en los sentimientos, en los afectos, en la confianza, en la intimidad, en la complicidad, que en una relación normal (incluso aquellas que no están gobernadas por la lejanía) requiere un tiempo (y habrá quien diga que ésa es justamente la ventaja), es más rápida en estos tiempos de relaciones tecnológicas, por la concentración que supone la utilización sistemática del lenguaje con sus enormísimas posibilidades (las palabras son mágicas, y una buena utilización de ellas conecta directamente el corazón y el cerebro, eso supongo que no admite discusión) .
La duda está en si todo eso no tiene algún efecto en el que no hemos reparado del todo. La frase tan habitual de que la información no se traduce necesariamente en conocimiento, que es uno de los «peligros objetivos» de gran parte de lo que tiene que ver con la red. La inmediatez, la profusión, la aparente cercanía ¿nos proporciona un conocimiento «real» de las personas con quienes nos relacionamos? No estoy hablando, naturalmente, de las imposturas de esos chats de madrugada en que todos los tíos son diez centímetros más bajos de lo que dicen y todas las tías pesan realmente diez kilos más de los que confiesan. Estoy hablando de la imagen que trasciende de cada uno de nosotros cuando escribimos, cuando mantenemos conversaciones, cuando nos comunicamos por correo electrónico. Me refiero, naturalmente a cuando lo hacemos con «desconocidos», con esa gente que está al otro lado de la pantalla a quien nunca hemos visto y con quien extrañamente descubrimos afinidades, afectos, cercanías.
Este verano conocí a una de las personas que frecuentan este blog. La conocí personalmente, quiero decir: tuvimos la oportunidad de vernos y abrazarnos. La conocí a ella y a su chico y a su niño. Era una situación un poco extraña cuando pensaba en ello en los momentos previos a su llegada, y eso, que , naturalmente, no es la primera vez que me ocurre. Me refiero a ella porque es la más reciente. Toda esa extrañeza se desvaneció en cuanto nos miramos y nos abrazamos.
Todos los sesudos pensadores y los ignorantes sin remedio, deberían probarlo alguna vez. Qué horizonte tan amplio se abriría en sus obtusos cerebros. También las violetas escondidas en el borde del camino sólo son visibles para los que entienden lo esencial.
Y, por cierto, hablando de inventos… Ayer fue un muy buen día para darle las gracias ad aeternitatem a Graham Bell, o a Antonio Meucci (por lo visto, Bell fue el listo que lo patentó y aquí estamos todos, mencionándolo siempre, como si tal cosa), o a quien quiera que inventara esa cosa tan útil, tan verdugo de lejanías. El teléfono, digo. Bendito sea.
Curiosa coincidencia (voy a pensar que tienes razón y ya sabes por qué lo digo). Hace dos horas, antes de leer tu entrada, me han entrevistado para una emisora que sólo funciona en Internet y me preguntaban por el mismo tema que hablabas con tu amigo. Mi respuesta fue que ahora todavía estamos con el atragantón de las nuevas tecnologías pero que en breve -ya mismo- se comenzará a ver y usar todo esto con tanta normalidad que muchas de las cosas que ahora se dicen se convertirán en antiguallas conceptuales.
Todavía hay gente que piensa que la comunicación con las nuevas tecnologías se reducen a alguien encerrado en su casa, por la noche, chateando. Eso lo dirán porque no miran ya a su alrededor.
Cómo me gusta que hayas vuelto.
Saludos Bruji ¡Que alegrón volver a verte!
Para empezar coincido plenamente con el comentario de Pedro Ojeda. Además lo desconocido genera inseguridad y se negativiza y magnifica lo poco que se sabe. Internet no nos hace a nosotros lo que somos, sino al revés, nosotros hemos hecho de internet lo que es y lo que será… para bien y para mal.
Te vi en un comentario, en otro blog, y no pude resistir la visita. No sabía si habías escrito, pero vine…
Al ver tu nombre y venir y leer, recordé el año pasado, mas o menos para fin de año, cuando tocaron el timbre de mi departamento y era el cartero… y traía tu tarjeta,esa que tenemos guardada como algo especial.
Cuanta alegría nos dió!!
Fue un poquito como el abrazo del que cuentas…
Y por un tiempo no estuviste… y por un tiempo no vine…
Pero nada ha cambiado, el afecto (vaya a saber por que, como tu dices) mantiene latente lo que ocurre al ver tu nombre, al volver a leerte.
Es como encontrar un amigo que no ves durante mucho tiempo, y apenas las miradas se cruzan parece no haber pasado el tiempo…
Un gusto leerte, un gusto reencontrarte!
Besos
¡¡Era en uno de Carmen Martín Gaite!! Y además, si no recuerdo mal, es en Fragmentos de interior. La chica que limpia la casa se fue de su pueblo y acabó en esa casa de Madrid, creo, donde las cosas pasaban tan rápido. Ay, espera, ahora no estoy segura de que sea esa novela. Pero recuerdo que una niña le escribía las cartas de amor y se las mandaba. Ah, o a lo mejor era Entre visillos. Ah, sí, creo que sí, que es Entre visillos donde ese ambiente así cerrado y de carta que no llega, o llega a destiempo. Pero ahora me haces dudar y ya has despertado en mí la curiosidad. No tengo aquí en esta casa nueva los libros todos de Martín Gaite, pero quiero por lo menos saber en qué novela salía, por si te acorto el camino. Pero sí, es de Martín Gaite, porque de Delibes sólo he leído tres libros y no lo recuerdo.
Ay, ay, mira que soy… cómo me pongo por tonterías.
Ahora vengo.
Hablando de la inmediatez y sus riesgos o virtudes: si pones en el google «carta que no llega enfado novio lejos Carmen Martín Gaite», te sale, el primero, Entre visillos, jajaja. Así que imagino que es de esa novela. Mañana que voy a casa de mis padres, cojo el libro y, si todavía no has encontrado el fragmento, vengo y te lo copio.
(Yo también la he conocido y también a su chico y también a su niño y la cercanía y el cariño se extendía incluso a ellos dos. Y en absoluto me parecieron desconocidos. Ni tampoco a H. que, sin haber tenido el trato directo con ellos, venía conmigo…
Y además yo quería irme por tus tierras a vivir y lo primero que hice fue pedirle consejo a Rafa. A mi amigo del periódico. Imagínate hasta qué punto los sesudos tienen algo que aportar a mis experiencias…)
Un abrazo, bruja.
Yo creo en lo que dices. De hecho, estoy aquí porque creo en lo que dices. Aunque nunca te haya visto. Aunque, a mi pesar, tema que jamás te vea.
Pero no importa, porque las palabras son mágicas, y una buena utilización de ellas conecta directamente el corazón y el cerebro, eso supongo que no admite discusión.
También debo decirte que tengo un sueño, distinto al del american dream, al de M.L.K.: a menudo sueño que llego a Gijón y me asomo a tu ventana y, para mi fortuna, está iluminada.
Un beso
A mí me encanta la tecnología, por la inmediatez, por el ya, ahora mismo.
Me ha gustado mucho estas reflexiones.
Un abrazo.
Desde la «lejanía virtual e irreal» que da internet diré:
-que quienes hablan de «internet» de ese modo son los mismos listos que hace no tanto (de verdad que no tanto) te pedían que les metieras «internet» en un disco de 3 y 1/2 (o no nos acordamos ya? o no se acuerdan ellos?)
– que un día podían quejarse de la falta del cara a cara que hay con el teléfono, pero claro, eso, piensan, serían una gilipollez
-que lo bueno de esto es que son siempre los mismos: los que hablan de «internet» son los que se quejan del «libro digital» y otro montonazo de lugares comunes
– que el sr Bell era un avisapado y que estaba buscando por youtube, sin éxito, uno de los mejores sketchs de Padre de familia en el que se ve una escena entre Graham Bell, con un casa dotada de electricidad, y un vecino que está con una vela. Al final, tras una discusión, Bell se enfada, da un portazo y pone el equipo de música a toda pastilla
(vaya, esto último juro que era mejor verlo)
-que vuelva ud ya es bueno, pero que vuelva cañera… ay… cómo me presta!-
Hola Brujaroja,
Antes de nada muchas gracias por tu visita.
Estaba viendo la foto de la cabecera de tu blog y pensando «me resulta familiar», luego he leído un comentario y date ¡¿no me digas que vives en Gijón?! ¡Yo vivo en Oviedo! ¿Te puedes creer que eres el tercer bloguer que conozco asturiano? O somos muy poquitos o está difícil encontrarse.
Me ha gustado mucho tu entrada y me ha parecido muy acertada. Estoy de acuerdo en que la ignorancia o el miedo son malos consejeros, además cuando esos críticos no hacen nada por conocer o aprender lo que critican no merece la pena discutir con ellos, y eso lo podemos aplicar al miedo a internet, al racismo y a un montón de cosas más (por desgracia).
Hace dos años y medio que tengo el blog y en ese tiempo he conocido personas estupendas que considero tan amigas como las que tengo aquí en mi ciudad o más. Digo lo de más porque en internet acabas acercándote a gente con gustos afines a los tuyos y eso hace que los lazos de amistad sean más fáciles de consolidar. En «la vida real» tengo amigos del colegio, la universidad, el trabajo… pero son amigos digamos que por las circunstancias del momento, casi ninguno tiene los mismos gustos que yo, no les gusta leer, se pasan el tiempo viendo telebasura… pero son mis amigos. En cambio los que he hecho en internet les gusta leer, el cine, la misma música que a mí… y eso hace que todo sea más fácil y muy natural.
No tengo hijos y no sé si debería opinar sobre ello y si mi opinión será acertada. Entiendo que los padres tengan miedo de a quién puedan conocer sus hijos en la red, hay mucho desalmado por ahí, pero por la misma razón ahora tampoco les dejan bajar a jugar a la calle solos. Cuando era niña recuerdo que me pasaba sola el día jugando en la calle con otros niños, ahora solo ves a los niños en los parques y vigilados de cerca por sus padres. O sea, que no le echen la culpa a internet de que no hay niños jugando en la calle o que no se relacionan, eso tiene que ver también con el miedo a que les pase algo, no a que les guste el ordenador.
¡Menudo rollo que acabo de soltar! Mil perdones.
Un abrazo.
Pues es en Entre visillos.Una de las amigas de las hermanas de la protagonista tiene un novio en Madrid (ellas viven en Salamanca) Se dedica al cine y ella se enfada con él porque le pide que se vaya a Madrid,que pase de su padre;ella no quiere y se queja de lo lioso que es estar de novios así,por carta,que cuando te contesta ya no te acuerdas de por qué era el enfado…En fin…es un encanto de conversación con esa maestría que tenía Martín Gaite para reproducir el habla coloquial y la mentalidad pobretona de aquellos años.
Te leeo con frecuencia desde hace tiempo.Disculpa que nunca te haya dejado un comentario.
Te doy la razón en lo que dices sobre internet.A mí me cambió la vida y para bien,me abrió puertas y ventanas y desde entonces he descubierto muchas cosas y a muchas gentes.
Somos afortunados por vivir en esta época.No nos podemos olvidar.
Un saludo cariñoso desde Santander.
Aurora Boreal
hombre…
En la epóca de mili tenía una novia que me dejó…(bueno me dejó en la mili y volvió a dejarme otra vez más tarde, fíjate tú que cosas, que es que los humanos somos mucho de tropezar -dos-veces-en-la-misma-piedra…y a algunos nos encanta tropezar mogollón y las piedras, no te digo…)…no me dejó por carta, lo hizo por telefono, que servidor es viejuno pero pelín más contemporaneo que la Martín Gaite…
En estos tiempos que corren seguramente hubiese visto fotos de ella y amigos/as comunes por el Facebook pegandose una juergaza monumental mientras yo tenía imaginaria o algo así…es toda una suerte que ya no exista la mili .
Yo conozco en flesh-and-blood a algun que otro bloguero/a y no pierdo la esperanza de conocer a más ..y sinceramente, en algunos casos, tienes toda la razón con lo de las violetas del camino…si es que yo no sé expresarlo tan bien, pero te pillo la idea, Bruji…
Un abrazo