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Archive for 1 de agosto de 2008

Secretos dormidos

A veces la madrugada trae un equipaje de secretos dormidos que trepan desde nuestros tobillos. A veces la madrugada es una pesadilla de árboles con rostros humanos -amenazantes- extrañamente esculpidos en sus troncos, y con un rumor de miedo impreciso que nos arranca del sueño con un portazo.

A veces en la madrugada comienzan a elevar su vuelo una bandada de secretos como pájaros que emigran al sur, o que vuelven, porque el tiempo está loco y el corazón marca ritmos extraños y silenciosos.

La madrugada, entonces, es un tiempo para  secretos que se intercambian como si fueran cromos, para convertirlos en nube o en aire en cuanto dejan de serlo, para espantar la tentación de la tristeza de un atardecer huérfano de palabras, y del dolor que nos causó, para iluminar los espacios que quedaron a oscuras porque el tiempo, ese traidor, agotó las luces con una conjura de deshoras.

Fue, entonces, un pacto de secretos con bostezos y madrugada, de ojos en los que el sol apenas había acabado de ponerse, de horas insomnes de preguntarle al tiempo por el origen, de apuntar en el cuaderno de la inconsciencia una lista de felicidades diminutas sin consecuencias todavía. Fue un pacto de secretos dormidos y de preguntas, de palabras erráticas, de promesas silenciosas y precipicios vallados.

Y enhebramos tus días con mis noches, y el eco de las lejanías con la sombra de tanto presente acumulado en los párpados, de tanto pasado archivado, de tanta madrugada. Y en el nudo de la mirada presentida y los labios fugitivos, escribimos en la piel, como de niños, un secreto con tinta invisible, con restos de otros naufragios, con miedo deshilachado.

En el mar que amanecía en una quietud de asombro y de certezas, temblaban las luces inútiles de alguna barca. Seguía sin llover. Y tú, seguramente dormías acunando un secreto.

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